La enseñanza social de la Iglesia es un rico tesoro de sabiduría sobre la manera de construir una sociedad justa y vivir una vida de santidad en medio de los desafíos de la sociedad moderna. En estas breves reflexiones, nos gustaría destacar varios de los temas clave que se encuentran en el mero centro de nuestra tradición social católica. Esta creencia es el fundamento de todos los principios de nuestra ensenanza social. La enseñanza católica nos llama siempre a hacer todo lo posible para evitar una guerra. Las naciones deben proteger el derecho a la vida encontrando maneras eficaces para evitar los conflictos y para resolverlos por medios pacificos.
En primer lugar significa que la fe cristiana tiene que ver con la verdad. Lo que creemos como cristianos no son cuentos o fantasías, estrella acontecimientos verdaderos y realidades efectivamente existentes. La verdad en general para las personas es algo importante. Cuando hablamos en serio nos interesa la realidad, sea la verdad de lo que se informa, de lo que se opina, de lo que se hace, etc. Cuando las cosas o las personas nos interesan, o nos asalta la posibilidad del error o del engaño, entonces indagamos, buscamos la realidad, o nos confirmamos en ella. Hay por tanto, a este respecto, una doble necesidad de formación para el cristiano: una brota de la fe que quiere ser entendida y conocida como verdadera, y otra que surge de la propia constitución humana que somos, es decir, de que nuestra inteligencia sólo descansa en el gozo final de la verdad descubierta y alcanzada.
San Agustín, De sancta virginitate 6, 6 ». La maternidad de María respecto de la Iglesia Totalmente unida a su Hijo Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión: «La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo literalmente la unión con su Hijo aun la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la martirio de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra LG Pío XII, Const.